Quizá fueron por las servilletas
La casa estaba abierta y las luces se encontraban encendidas a intervalos, como si sus habitantes hubieran decidido optimizar el juego de sombras y luces que separaba la habitación principal, donde el televisor aún seguía encendido, de la cocina donde parecía que los habitantes habían estado más de una vez y, en la cual dejaron la puerta de la nevera mal ajustada; los invitados continuaron y se sentaron en la sala para esperar a sus anfitriones, pero ninguno aparecía.
Los platos, los vasos, la comida y las bebidas se encontraban servidos en la mesa; todo encajaba perfectamente con la idea de no tardar mucho, quizás hubieran ido por las servilletas o por un tipo de postre; la comida continuó enfriándose en la mesa y uno de los invitados se levantó para ir al baño, abrió la puerta y entró tropezando con un camión de plástico que fue a dar al fondo cerca de la ducha; todo estaba en la casa como debe estar en una casa con vida, los objetos se encontraban medio recogidos como si la madre guardara y el niño volviera a desordenar, e incluso, el domiciliario llegó y se disculpó por la tardanza de media hora. Uno de los invitados pagó la cuenta.