Regalo de Rey
Bajo su espada habían caído todas las gentes de la ciudad, que durante cinco meses se le opusieron. No hubo cuartel, ni se premió el valor de los defensores: hombres, mujeres, niños, ancianos, fueron degollados por igual. Sus acciones llegaron a oídos de su Rey, quien le premió con un yelmo.
La campaña de ensanchamiento de las fronteras del reino prosiguió y las ciudades fueron cayendo una a una, algunas oponían resistencia y eran quemadas, otras se rendían, y sus mujeres eran vendidas como prostitutas y los hombres como esclavos. Con cada una de las ciudades tomadas, el Rey le enviaba una pieza de la más hermosa armadura, hasta que finalmente el guerrero obtuvo la totalidad de ésta.
Después de tomar una ciudad, los hombres empezaron una marcha con rumbo a la siguiente plaza. Sin embargo, sus habitantes, ya avisados de la proximidad, decidieron salir adelante y emboscarlos, toda la soldadesca se dispersó y comenzaron a gritar órdenes de reagrupamiento: unos decían que se debía ir al sur, otros al norte o mejor contra el enemigo, pero el atacante se encontraba en todas partes.
Pese a los gritos por reagruparse, los que hicieron esto fueron los emboscadores, los cuales se lanzaron rápidamente al ataque, conduciendo al hombre en su armadura a un lago cercano. Sus hombres lo vadearon fácilmente, y él hubiera podido haber hecho igual, de no ser por el peso del regalo de su Rey.