Amigos imaginarios
La ventana está convenientemente, abierta; otros se habrían desanimado al ver que era un cuarto piso y que cada dos minutos pasaba un guardia en bicicleta. Sin embargo, toda mi vida me he entrenado para sobrepasar cualquier obstáculo, y aunque no es mi punto fuerte, pero puedo trepar al ritmo que gatea un niño de año y medio.
Pongo mis manos y un pie, respiro profundamente para escalar con una bocanada, salto y trepo más rápido de lo pensado, cruzo el umbral y me siento más aliviado al poner los pies en el suelo.
La habitación pertenece a una niña, supongo por sus vestiduras, de unos cinco años; la habitación está abierta y alcanzo a oír unos susurros en el cuarto del fondo, que presumo es el cuarto principal, quizás están viendo televisión, una película quizá, puesto que la puerta se encuentra cerrada para evitar el brillo sobre la pantalla. Cruzo rápidamente el pasillo y me planto frente a la puerta para salir, miro rápidamente, no hay nada que robar.
Oigo unas llaves entrando en la cerradura y me devuelvo a la habitación de la niña para esconderme en el armario, donde apenas quepo.
Los adultos pasan hablando por el pasillo y van hasta la habitación principal, se oye como abren la puerta y aumenta el sonido de la película, y luego se reduce al cerrarla nuevamente; la niña por el contrario entra en su habitación y grita:
- ¿Donde está “Do di?”
- ¡En el armario!- Responde su madre.