El Retablo
Un buen día, un ogro llegó a un pueblo a fundar una escuela. Los ciudadanos salieron con uno o dos de sus familiares, la mayoría niños pequeños y ancianos, para entregárselos al ogro a cambio de que les permitiera vivir a los demás tranquilamente.
Tan pronto se enteraron que las intenciones del ogro no era comérselos, sino educarlos, todos los lugareños dieron rienda suelta a las habladurías sobre el supuesto maestro.
-¿Qué podrá saber un ogro?
-¿Qué podrá enseñar: escupir, eructar y pedorrear?
El ogro enterándose de la poca cortesía, decidió levantar su academia y buscar suerte en otro lugar, pero antes de irse les avisó a los miembros del concejo:
-Yo me iré, pero deben saber que, detrás de mí, vendrá un monstruo más grande, maligno, con mucha fuerza y además invisible.
El pueblo oyente de las predicciones del ogro, se armó con palos, cuchillos y con cuanta arma de cacería encontró. Los días de guardia fueron sucedidos por semanas de querellas entre propietarios de tierras. Luego llegaron los años de enfrentamientos entre los dolientes de éstos o aquellos muertos, de ésta o aquella mujer abusada; también abusaron de algunos hombres pero éstos jamás lo confesaron, buscaron a las hijas de sus agresores, y abusaron a su vez de ellas.
Los últimos habitantes del pueblo dejaron las armas y mirándose el uno al otro, pues no quedaron sino dos, dijeron al unísono:
-Ya podemos declarar que no llegó ningún monstruo.
Y escribiendo sobre un retablo de madera: “pueblo libre de monstruos”, los dos habitantes declararon que el ogro, era el malo del cuento.