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El recolector de tormentas

Escena 1

Dos autos se estrellaron en medio de una avenida principal. Si bien el tráfico estaba colapsado, los dos hombres salieron de sus vehículos y sin preocuparse mucho, cada uno se excusó:

-Pierda usted cuidado, no sé, pero últimamente todo el mundo parece perder la conciencia.

-Gracias, algo me sucedió y sea por lo que haya sido, pensé que estaba sentado en una banca del parque alimentando palomas, si no me estrello aquí, seguro me habría golpeado más adelante.

Los dos hombres corrieron los autos para dejar fluir nuevamente a los coches represados y luego se aparcaron durante unos segundos hasta estar seguros de no ir a caer en otra ilusión y terminar muertos más adelante.

El conductor del automóvil que había llevado la peor parte, una gran abolladura que le produjo un ligero silbido en el motor, no dejaba de pensar que las cada vez más frecuentes alucinaciones no era exclusivas de él; quizás podrían ser la razón de las muertes y los accidentes, que no parecían disminuir. Si él, que no se veía involucrado en un conflicto desde los dieciséis años, y que no bebía una copa para no ir a caer en uno de los exámenes sorpresa de la compañía, simplemente creyó estar sentado en una de las bancas del parque de su ciudad natal, a la cual no visitaba hace diez años, quizá cada una de esas horribles noticias pudieran estar sucediendo motivadas por una causa común.

El hombre volvió a su casa y encendió la televisión para entretenerse viendo las noticias: un poco de muerte y sufrimiento ajenos, le restablecería las energías perdidas. Aparte de una familia donde el padre esperó a que la esposa volviera a su hogar para apuñalarla hasta matarla, las noticias no tenían nada extraño; la noticia era brutal, pero el sujeto no podía ver esa parte anómala, que podría unirlo con eso que creía estaba pasando, con esa realidad que no lograba comprender.

Se levantó y fue hasta la cocina a buscar un trozo de queso sobrante de la noche anterior, tomó un gran bloque mordido y lo dividió en dos. Desde el fondo de su apartamento escuchó el sonido que indicaba una noticia extra, una perla encontrada por el periodista y que no podía dejar de ser trasmitida incluso si se extendía sobre el horario del programa que le seguía.

El hombre volvió a su cuarto masticando el pedazo de queso, el reportero gritaba un poco más de lo debido y por un segundo el televidente estuvo a punto de perder el ánimo de ver la nota; sin embargo, ese momento de tensión dramática parecía resultar idóneo para introducir al espectador en la tensión “un hombre ataca a otro y se le come el rostro”. La noticia era transmitida en vivo y todo se filmaba desde el helicóptero del canal que jugaba con los encuadres: saltaba de la cara de los espectadores a la escena de la pelea; después de un forcejeo, el hombre logró soltarse y salió corriendo sosteniendo un pedazo de piel colgante con sus manos ensangrentadas, la víctima se perdió de la escena, la cámara seguía vigilando al agresor que sostenía un pedazo de carne en la boca.

La policía fue cerrando el círculo, la transmisión abandonó a los mirones y se centró en la reducción del perímetro policial. El hombre mantenía su pedazo de carne en la boca, pero había comenzado a manotear como si estuviera tratando de invitar a los agentes a unirse a su fiesta personal.

-Al suelo.

-Tírese al suelo.

El hombre continuaba manoteando e iba incrementando la furia con que lo hacía. Tan pronto percibió que los agentes estaban cerca de él, escupió el pedazo de carne y se abalanzó sobre el oficial que tuvo más cerca y de un mordisco le arrancó la nariz, el tipo cayó al suelo y al desplazarse hacia el siguiente, todos los oficiales comenzaron a dispararle. El tipo cayó junto a dos uniformados muertos por fuego amigo.

El hombre terminó de ver la televisión y se levantó por otro pedazo de queso, tan pronto volvió a la habitación el canal había abierto un debate sobre el uso excesivo de la fuerza. El comandante de la policía se levantó furioso de su silla, pues tan pronto este declaró que consideraba justa la fuerza usada, uno de los invitados saltó en risa: dos policías muertos por ellos mismos. Un moderador trató de calmar la tensa situación diciendo: no hay nada gracioso en dos policías muertos.

El comandante de la policía se retiró tan pronto llegó la víctima del ataque y comenzó a increparle que él los había puesto sobre aviso, que su agresor le amenazó con comerse su cara, pero estos no pasaron de decirle: con ese cuerpo a mí también me entran ganas de hincarle el diente.

El hombre con un poco de sueño le quitó el volumen al televisor y contemplando las imágenes del programa esperó a quedarse dormido, mientras veía a uno de los protagonistas del debate golpear a otro por sorpresa; todas las noches eran iguales, el debate posterior a la noticia se volvía en una pelea, los televidentes podían llamar y dar su opinión sobre quién debía ganar y, dependiendo del número de llamadas que tuviera cada equipo, se le sumaban personal del equipo de producción para que engrosara el bando favorito.

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