top of page

Fuga

Llegué a la costa a la medianoche, las olas reventaban contra la playa y unas luces se dejaban ver tenuemente. Algunos de los ancianos de mi pueblo, me habían contado las historias de los hombres que, transformados en brujos, habían terminado siendo sirvientes en el Calehuche. Una vida de suplicios a cambio de unas monedas. Sin embargo, nada había logrado hacerme cambiar de opinión: las riquezas estaban en el mar, las gentes de montaña tienen mitos para explicarlo todo, para darle validez a las perversiones del cura o las miserablezas de los de la gendarmería.

Las luces se fueron intensificando y al cabo de una media hora, pude entrever un barco de bandera holandesa. Le hice señas con ambas manos para que me recogieran y dejar los peligros que corría en tierra; ya llevaba tres semanas dándoles el quite a las autoridades, pero a cada encuentro, se hacía más corta la brecha de la fuga. Se podía sentir su aliento en la nuca.

La bandera ondeaba a media asta; quizás vinieran a comerciar con algunos lugareños o buscaran barrenar, en cuyo caso estaría perdido. No creía tener una noche más en libertad, si no lograba volverme miembro de la tripulación.

El barco se detuvo y lanzó el ancla para detenerse. Una sombra descendió rápidamente hasta el agua y luego otra más pequeña, que lo hizo de manera pausada, pero continua, quizás habían lanzado un bote y luego hubiera descendido un tripulante.

Me metí las manos a los bolsillos para buscar la bolsa donde guardaba el botín que le robara al sacerdote del pueblo después de matarlo. Aquel no era el ser más malo, pero tenía sus pecados, que a la postre lo llevaron a ser asesinado; yo no era más que la mano del destino, que él mismo se forjara. Ambos éramos unos peleles puestos a representar un papel.

El ruido de lo que parecía ser unos caballos, se disolvió, lo que me produjo una calma momentánea, pero pensé que todo podría ser una celada de los hombres de la ley, para evitar que me fugara playa abajo o playa arriba.

La sombra se deshizo en la luz, y no había ningún hombre en ningún bote, no había más allá ningún barco de bandera holandesa, nadie había venido a comerciar con los locales. Corrí un poco al sur y luego me devolví hasta rebasar el lugar de llegada al mar. No había arbusto, ramajes, ni pequeños poblados, tan sólo el camino por donde llegué. Me giré y traté de oír, de intuir por donde vendrían, como darles el quite, como burlarles en sus propias narices y volver a cruzar la montaña y huir por la pampa; una vez cruzada la frontera, los jinetes detendrían sus cabalgar.

No… no era una buena idea, quizás, sino hubiera corrido después de dispararle, si me hubiera detenido a pensar a donde correr, hubiera salvado el pellejo fácilmente; pero como conservar la sangre fría, como no dejarse llenar de euforia al ver muerto al hombre responsable de azuzar a la turba que asesinó a mi hermano.

Tomé una bocanada de aire y me introduje a nado en el mar. En esta vida o en la otra, un barco vendría a recogerme y yo llevaba los bolsillos llenos de dinero para comprar mi pasaje.

  • Facebook Clean Grey
  • Twitter Clean Grey
  • LinkedIn Clean Grey
bottom of page