top of page

Al Acecho

Todos al unísono gritaban en la sala de estar:

-Le mataremos, le decapitaremos.

Al día siguiente, en el punto de encuentro tan solo había un perro callejero hurgando dentro de unas bolsas.

Le di una vuelta a las calles aledañas a la plaza, para confirmar que no estuvieran emboscados, prestos a saltarle al cuello a cualquier transeúnte. Sin embargo, nadie respondió a la palabra clave.

Caminé calle arriba, calle abajo, diciendo:

-Sauce.

La palabra clave no generó respuesta alguna, ninguna alondra se posó sobre el sauce.

Nadie respondía al plan acordado. Más adelante en el camino me crucé con el burgomaestre, quien, quitándose el sombrero, me dijo:

-Buenos días profesor.

Las jornadas laborales transcurrieron normalmente para los conspiradores: panadero, sastre, y matarife seguían en sus puestos y, quizás por razones de estrategia, todo había sido cancelado. Me acerqué a cada uno de ellos, pero ninguno pasaba de un cordial “buenos días profesor”.

El pueblo, en lo concerniente a mis conocidos, se había vaciado. No se habían ido a ningún lugar, allí seguían, aunque ya no eran mis amigos, eran mis vigilantes y siempre estaban un paso adelante esperando saltarme al cuello.

  • Facebook Clean Grey
  • Twitter Clean Grey
  • LinkedIn Clean Grey
bottom of page