Trasero
Un día corrí tan rápido que dejé atrás mi trasero. Lo que comenzó como un suceso afortunado, gracias al cual perdí unos kilos y logré entrar en los pantalones de mi infancia, sin haber transcurrido tres días, devino en un grave problema: comencé a cansarme de andar erguido y lentamente me volví un simio.
Siendo ligeramente más listo que mis nuevos congéneres, fui enviado al último escalón de la jerarquía social del zoológico y apenas podía alimentarme con las migajas escupidas hacia mí, por los alfas y sus crías.