Antes de cruzar la calle

Esperando a cruzar la calle se me acercó un hombre preguntando por su bastón. Pese a no verse muy viejo, algo en su postura, sus ropas y la elección de las palabras delataban una mayor edad.

El hombre comenzó a impacientarse por la tardanza en la respuesta y preguntó nuevamente por su cayado. Cuando le contesté: no, no, no he visto vuestro bastón, el rostro de enojo se evaporó, junto con el resto de su cuerpo, dejando una estela en el espacio antes ocupado.

Al cruzar la calle me preocupé un poco, pues no reconocí la situación plenamente: o él era un fantasma de mi pasado o, yo era un destello de su futuro.