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Los Besos

Él solía contar la historia de la primera vez que besó a la mujer más bella de la ciudad. Ella era más o menos de su edad e iba a clases con él.

Por esos días la economía iba de maravilla y el clima invitaba a salir a la calle para exhibir una o dos habilidades u atributos.

Él era bueno patinando y le gustaba hacer acrobacias en estos: saltaba sobre barandas y descendía por escaleras y sorteaba toda clase de obstáculos. Ella no se veía particularmente atraída por su actitud y siempre lo recordaba como un joven tranquilo, que si no llevaba esos diabólicos patines lucía mucho más atractivo y misterioso.

Así que cuando se inauguró la cafetería con estética de los 50, ellos dos pudieron encontrarse en condiciones óptimas para entablar una charla.

Ninguno dijo nada sobre sus intenciones, pero ambos deseaban lo mismo al otro, y detrás de dos grandes vasos de cristal en el que servían las malteadas más grandes de la ciudad, se besaron por casi una hora.

Y habrían hecho el amor, se habrían vuelto padres y habrían sido marido y mujer; pero la bomba cayó ese día por la noche y los besos de nadie volvieron a verse u oírse.

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