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El hombre de cristal

Soplaba una burbuja de vidrio fundido, le daba forma alargada y luego la explotaba.

Por algún motivo la forma adquirida no le terminaba de enamorar y prefería volver a empezar.

El horno iba adquiriendo mayor temperatura y el encargado de alimentarlo seguía la orden de incrementar el calor.

El vidrio se consumía y necesitaba más material. Las burbujas se reventaban más rápido y la capa era más delicada, sin embargo el hombre de vidrio obtenido era más delicado, mejor decoración.

La pieza más reflectante, más translucida, más ciudadano, mejor adorno en una mesa de sala o comedor. Si la figurilla usualmente representaba a un hombre común, con la nueva temperatura el sujeto de vidrio provenía de mejor familia, quizás de cuna noble, de un proceso que exigía la fatiga de muchos hombres de verdad, para fabricar uno de mentiras.

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